Arquetipo
La palabra mascara se refiere a cualquier artificio que tiene como propósito ocultar el rostro del individuo, la raíz francesa masque le proporciona una doble significación, por un lado es aquello que cubre el rostro, lo que se interpone ante él, y por otro es lo que le permite transformarse.
La mascara en la psicodinamia individual representa todos los aspectos ideales del sujeto que la porta y se forma a partir de la interacción del hombre con el medio social, las varias relaciones van estructurando características que se suponen favorables para la interacción social. Freud la llamo superego, Jung persona y Perls top-dog, conceptos que por supuesto difieren en ciertas características.
El rol social define satisfactoriamente el concepto de la mascara. La persona, en el sentido junguiano, se puede reconocer prestando atención a aquellas características propias que nos son agradables, aquello que ejercitamos continuamente, en lo que nos creemos capaces y por lo que estamos orgullosos. Cabe mencionar que la identificación desmedida con la mascara impide al sujeto contactar otras características de sí mismo, convirtiéndolo en un ser rígido e insensible.
La mascara regularmente se opone a otro concepto psicodinamico, la sombra. Jung caracteriza a la sombra como las propiedades ocultas del sujeto, las fracciones no aceptadas por ser moralmente inaceptables. La sombra corresponde, en parte, al inconciente freudiano, en donde las pulsiones reprimidas se encuentran encerradas y encadenadas.
Sin embargo, la sombra es parte fundamental del individuo, en ella se encuentra la energía necesaria para afrontar el cambio y la reestructuración, fenómenos constantes en la vida del ser humano. El hombre ha de aceptar su sombra si pretende desarrollarse, de otra manera ésta lo consumirá.
La forma tacita de interactuar con la sombra personal es a través de la proyección, es decir, el acto de imbuir a los objetos de un remanente subjetivo. La proyección en este caso es de tipo negativo. Todo lo que se odia, se desprecia, se teme, es parte de la sombra personal. Campbell alude a que la sombra es representada a menudo por un individuo del mismo sexo con atributos que se consideran deleznables. Lo que no nos agrada de los demás es nuestra propia sombra y, por lo tanto, somos también nosotros.
A mayor identificación con la mascara, es decir, mientras más orgullosos de nuestros atributos, más oscura es la sombra que reprimimos. Y esta sombra, por otro lado, es indestructible y todopoderosa, en algún momento, si no es aceptada por el sujeto, se manifestará de manera demonizada.
Si la identificación con la persona es característica de las neurosis, la misma identificación con la sombra da parte a las psicosis.
La Persona (en latín, «máscara» del actor) representaría el arquetipo de la máscara dentro de la conceptualización de la Psicología analítica de C. G. Jung.
Constituye aquella parte de nuestra personalidad que lidia con la realidad externa, es la máscara que se antepone en nuestro desenvolvimiento social cotidiano. Siendo esto así, Jung consideraba que la persona era parte necesaria, no patológica, del desarrollo individual, especialmente respecto de la capacidad de asumir un papel social.
La patología deviene ante una identificación rígida con el arquetipo.
En palabras del propio autor:«La persona...es aquel sistema de adaptación o aquel modo con el cual entramos en relación con el mundo. Así, casi toda profesión tiene una persona característica. El peligro está solo en que se identifique uno con la persona, como por ejemplo el profesor con su manual o el tenor con su voz... Se podrá decir con cierta exageración: la persona es aquello que no es propiamente de uno, sino lo que uno y la demás gente creen que es».
Las mascaras internas.
Un disfraz es un "artificio para desfigurar una cosa con el fin de que no sea conocida". Se usan vestiduras que distinguen de ordinario a personas de condición social o sexo diferente a los de la persona que se disfraza. Se pueden adoptar para diferentes finalidades, entre ellas, ocultar la verdadera identidad o permitir realizar ciertas aventureras.
El disfraz tiene su origen en la mitología grecorromana. Consistía en colocarse unas máscaras de sátiro para que las ninfas accedieran a mantener relaciones sexuales. Existía la llamada caravana, barcos en los que llegaban los sátiros a fecundar a las ninfas o vírgenes una vez al año. Los sátiros poseían una mitad humana, la parte superior, y otra mitad, la parte inferior, con la forma de los machos cabríos. Era una fiesta orgiástica y de fecundación. A medida que se unen las tradiciones paganas y lo religioso, van perdiendo la idea original que la fundamentaba, derivando en el actual Carnaval.
A lo largo de toda la historia, el ser humano ha utilizado el disfraz para simplemente divertirse, por una parte, pero también para celebrar bacanales paganas, tomarse libertades en todos los sentidos, liberar impulsos y los deseos más reprimidos, y hasta para cometer crímenes. Quizá sea esta la razón que convierte al disfraz en una auténtica desdramatización de los deseos más recónditos de la personalidad.
El verdadero éxito del disfraz reside en quien lo lleva no sea reconocido como la persona que es, sino como la deseada.
Los disfraces permiten modificar nuestra realidad para realizar un sueño. El pobre se puede convertir en príncipe, el bueno en demonio, el blanco en negro y viceversa, y el hombre en mujer o al revés. Las personas encarnan aunque tan sólo sea por unas horas, la vida de aquellos personajes que siempre les hubiera gustado ser.
Cualquier disfraz o máscara, refleja algo que nosotros mismos no nos atrevemos a revelar cuando nos vestimos en el día a día. El individuo se libera de su identidad establecida, sale a la calle como "otra persona" para dar riendas sueltas a la libre manifestación de su cuerpo y del espíritu.
Nuestra personalidad es muy compleja. La misma palabra "persona", deriva del griego que significa "máscara" y una máscara no es lo que uno es, sino una representación, verdadera o falsa, que se exhibe. Se utilizan en todas partes del mundo porque cada ser tiene diferentes facetas: Lo que somos, lo que queremos ser, lo que aparentamos, lo que los demás ven o quieren ver en nosotros. Estas distintas "caras" de nosotros mismos, la mayoría escondidas, son las que nos hacen desear ser otro de manera subjetiva y constituyen proyecciones arquetípicas inconscientes.
El disfraz permite sacar temporalmente la máscara que siempre llevamos. La sociedad impone ciertos roles que a veces enmascaran nuestro verdadero ser. Esto quiere decir que una parte de nosotros mismos esta "enmascarada" y cuando nos disfrazamos, nos permitimos ser como en realidad quisiéramos y después nos volvemos a colocar la máscara de nuestra "personalidad socializada".
Un antifaz psicologico
Jung postula que el complejo de la Mascara o “Persona”, es el resultado de la interacción entre el individuo y el ambiente en el cual se desempeña. Básicamente, el conflicto de la Máscara está entre el ser o el parecer y por otra parte entre la aceptación o el rechazo. El psiquiatra suizo la define “como la máscara de la psique colectiva”.
Es un complejo funcional que es erguido por razones de adaptación al medio. Es una forma sutil de aparentar individualidad. La Máscara es más bien la expresión colectiva dirigida por la dinámica del inconsciente transpersonal y no es consciente.
Jung expresa que la Máscara son las apariencias y “ que en ciertas ocasiones acompañan al individuo toda su vida”. Tras la Máscara se oculta un problema de identidad ya que las circunstancias internas -externas del individuo no coinciden, y se torna evidente que existe un problema de carencia de autenticidad.
Se usa la Máscara para esconder, defender y proteger la intimidad ya sea de manera consciente o inconsciente. Esta tiene la tarea de defender al individuo como un escudo protector en la vida social.
La Máscara es un ideal consciente forjado de la imagen con la cual el individuo se presenta ante su grupo de referencia o en sociedad en general.
La Máscara se expresa a través de palabras como por ejemplo: “Quiero que me acepten, tengo que ocultar, tengo que sonreír aunque sienta ansiedad o tensión, deseo que me reconozcan, que me amen, que me tengan en cuenta, cuando las circunstancias de mi vida son adversas, tengo que aparentar lo contrario, al mal tiempo buena cara”.
El libreto de la Máscara es que hay que mostrarse y actuar como los demás desean. Se cree que si se muestra lo verdadero de uno mismo se corre el riesgo de no ser bien evaluado, de ser rechazado o de no ser querido. Algunas de las frases típicas que usa la Máscara para convencerse de estas conductas son: “Me van a respetar, aceptar y amar por las apariencias, lo importante es verse bien, nunca hay que mostrarse como uno es, hay que aparentar, disimular”.
El lado negativo de este complejo es la falsedad y la superficialidad. Hay confusión en lo que uno realmente es y en lo que se quiere aparentar, asimismo existe distorsión entre la realidad interna y la externa. Existe escasa o nula capacidad de autoanálisis o questionamento a respecto de estas mismas conductas. Además, presenta excesiva dependencia de objetos externos. La Máscara se ve con frecuencia en personas sugestionables, superficiales, inseguras y con dificultades para establecer vínculos afectivos verdaderos. ( Se detecta este complejo en individuos obsecionados por estar a la última moda en todos los ámbitos de la vida).
Sin embargo, la Máscara tiene su lado positivo y es un paliativo para ciertos roces que suelen surgir en la vida social. A través de ella es posible establecer nexos y es un importante factor de adaptación social. Ayuda a vivir de manera grata, creando ambientes de alegría y de distracción.
La Máscara nos enseña que la apariencia no es el parámetro por el cual somos aceptados o rechazados. Que ser es diferente de parecer, que para evolucionar como seres humanos debemos ser auténticos y que no necesitamos depender del afecto o aprobación de los demás para ser nosotros mismos.
La Máscara es un papel que está asociado a la psique colectiva y que todos en mayor o menor grado a veces la usamos para convivir en una sociedad civilizada al mantener normas de buena educación.
Es obvio, que el postulado de Jung sobre la Máscara se evidencia en los casos en que el complejo pasa a dominar al individuo y éste vive en función de la opinión ajena, desconociendo sus propios sentimientos y emociones.
De acuerdo con esta teoría junguiana vivir en aras de los demás, desconociendo las propias necesidades es el camino seguro para engendrar una neurosis.
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