4.20 pm
Las luces de la calle se cuelan por las rendijas de la persiana. Está empapada en sudor pero no se atreve a salir de debajo de las sábanas. Mira la hora en el reloj de números rojos que bailan en el techo de la habitación. No puede dormirse ahora… pero lo hace…
En la mañana, pasa las hojas del periódico en estado casi febril y a riesgo de romper alguna, descubre que una mujer se ha precipitado al vacío por el hueco de la escalera en una casa del vecindario. Lo cierra de un manotazo. Sabe cómo y por qué. Otra vez… Se muerde el labio inferior y no puede evitar que la taza tintinee sobre el plato mientras la acerca al fregadero.
Llega otra noche más, el mismo sudor e idénticos minutos que van golpeando sus sienes como martillazos. Tiene la luz encendida y ha tomado tanto café que cree será incapaz de dormir en los próximos diez días. Pero a pesar de sus esfuerzos, Morfeo gana la partida sin truco alguno.
El periódico del nuevo día descansa sobre la mesa y ella ya no quiere abrirlo. Sabe exactamente que se va a encontrar en la sección de sucesos con otra historia de escaleras. Son sus pesadillas que en nada se parecen a un sueño de verano las que se hacen realidad cada día en el diario.
Esta noche no va a acostarse, permanecerá sentada en la butaca de la habitación. Mientras el libro resbala de su regazo, su cabeza finalmente se apoya sobre el tapizado de flores del asiento… en algún lugar, se abre una puerta y se cierra con el mismo sigilo, una sombra se refleja en el espejo de la entrada y avanza despacio pegada a la pared del pasillo. ¡Qué extraño! la alfombra le resulta familiar al igual que el cuadro que está junto a la puerta de su habitación. Sobresaltada, abre los ojos y al mirar hacia el vano de la puerta no puede reprimir un grito de verdadero terror…
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